miércoles, 23 de julio de 2008

El león de los ojos de cristal

Un día del mes de abril, en un lugar de la tierra muy lejano donde vivía un león con los ojos de cristal, comenzaron a suceder una serie de acontecimientos, cuanto menos, sorprendentes.

El león con los ojos de cristal vivía aislado en lo alto de una roca. No era, pues, un león cualquiera. Había sufrido un largo y penoso destierro y desde entonces vivía como un eremita.

Siempre estaba solo pero era en su soledad donde encontraba respuesta a muchos de los enigmas que se le planteaban.

No se trataba de un león fuerte y feroz, no tenía hermosas melenas de color marrón, era más bien delgadito y asustadizo, su pelo hirsuto era de color amarillo, como si el sol con los años se lo hubiera aclarado, pero a pesar de todo era un león especial dado que tenía los ojos de cristal.

Su nombre era Zacarías y a través de sus ojos podía ver aquellas cosas que nadie más veía.

Por eso, cuando comenzaron a suceder hechos inexplicables en aquel lejano país, acudieron en masa a visitar a Zacari todos los habitantes del lugar.

Zacarías, taciturno, se encontraba en un rincón alejado de su paraje habitual. Su mente era un laberinto de ideas, él quería dejar de pensar, quería sumergirse en la felicidad de la ignorancia pero su superdotado cerebro le sumía en un mar de preocupaciones.

Pronto, una fugaz estampida protagonizada por todos los animales del país le despertaron de sus disquisiciones, para muchos inconmesurables para él maldiciones, lo que le produjo una gran alegría al principio, una nueva preocupación después.

Ely, el elefante, uno de los animales más importantes de aquel lejano país, cuando logró vislumbrar al león en lo alto de su roca favorita, comenzó a explicarle los extraños acontecimientos que estaban viviendo desde la noche anterior.
-El cielo está cambiando -decía abrumado el elefante -parece que estuviera acristalándose, las estrellas brillan con mayor intensidad que de costumbre, titilan sin descanso provocando el despertar de todos los animales -con la voz cada vez más apagada terminó asegurando que los animales del país estaban enloqueciendo por efecto de estos insolitos fenómenos.

Rafa, la jirafa, se apresuró a añadir a la perorata de Ely, que esa situación que estaban viviendo tendría que cambiar pronto, exigiéndole a Zacari una solución a tan inusuales sucesos.
Cuando Zacarías estaba dispuesto a retirarse a sus aposentos para pensar tras haber escuchado con extraordinaria meditación a sus paisanos, un enfurecido rinoceronte llamó la atención de todos los presentes. Se trataba de Raimundo, soberbio e insensato rinoceronte que siempre andaba peleándose con algún otro animal, no importaba que fuera de su especie también provocaba a otros animales más fuertes que él, quienes a menudo no le hacían caso y se retiraban de la pelea antes de que ésta diera comienzo, de esta manera, Raimundo se marchaba pensando que había gando y que nadie se atrevía a enfrentarse a él porque era el más fuerte, sin embargo, la realidad era otra muy distinta, Rai regresaba a su charca derrotado pues no había conseguido su objetivo.
-Amigos, no necesitamos la ayuda de ningún asustadizo y enclenque león -anunció Rai -yo sé lo que está ocurriendo.
Todos giraron la cabeza para escuchar con más atención las palabras del osado rinoceronte. -Habla, pues, te escuchamos -gritaron al unísono todos los que se encontraban en la llanura.
-Lo que está ocurriendo es muy sencillo- manifestó Rai -se trata de un complot de los humanos para que nos marchemos de estas maravillosas, exultantes y vigorosas tierras donde vivimos, porque quieren cultivarlas, quieren hacerse dueños de todo y no saben como expulsarnos de forma y manera que no tengan que enfrentarse a nosotros, pues somos más valientes y más fuertes que ellos, y saben que un enfrentamiento directo les llevaría a la derrota y pérdida de todas sus posesiones y...
Zacarías no daba crédito a lo que sus extenuados oídos escuchaban. Sin terminar de oir a Rai, el león de los ojos de cristal se retiró lentamente a su guarida.
Nadie se dio cuenta de su ausencia, todos escuchaban a Rai con admiración, creyeron ver una realidad en sus palabras, pero nadie le preguntó qué debían hacer para dar fin a este fastidioso suceso.
Un gran revuelo se armó en aquel lejano país, todos los animales se fueron retirando a sus hogares maldiciendo lo que les estaba ocurriendo, algunos profetizaban un devenir devastador, los más belicosos se planteaban comenzar una guerra, otros veían en Rai un lider al que seguir sin condiciones, algunos más incrédulos recelaban de sus palabras, pero como tampoco encontraban otra explicación, ansiosos y angustiados, se conformaban con la explicación que acababan de escuchar.
Mientras todos y cada uno de los animales regresaban a su morada, Zacarías esperó paciente a que llegara la noche, sabía que iba a ser una velada larga y penosa, así que decidió acostarse esa misma tarde para, al despertar, poder observar con absoluta atención aquellos espectaculares sucesos de los que sus compañeros le habían hecho partícipe.

Raimundo se sentía triunfador, orgulloso de su arenga, era un lider a ojos de los ciudadanos del país, nunca antes se había sentido más realizado como aquella misma tarde. Sin embargo, cuando Rai más estaba disfrutando de su glorioso triunfo, una temerosa cervatilla se acercó al, ahora, grandioso rinoceronte para preguntarle, tras armarse de un gran valor, qué debían hacer para acabar con esos acontecimientos.

-Fuera de aqui -gritó al mismo tiempo que lanzaba a la pobre cervatilla a unos metros de donde se encontraba de un solo golpe con su puntiagudo y enorme cuerno de la cabeza, malhiriéndola. La cervatilla, acongojada, se fue lo más aprisa que pudo al lado de su familia, mientras, Rai se reía con sorna y seguía disfrutando de su aparente éxito.

Pasaron las horas y la noche coménzó a oscurecer el país, invadiendo a todos los habitantes de un nuevo episodio de locura y malestar, fue en ese momento cuando se dieron cuenta de que las palabras de Rai no les había aportado ninguna solución, y que de nuevo se volvían a encontrar con la misma situación que la noche anterior.

Mientras, en lo alto de la gran roca grisácea donde solía pasar las tardes el león de los ojos de cristal, comenzó a observar aquellos extraordinarios sucesos y en seguida se percató de que no se trataba de ningún complot humano, sino de un maravilloso fenómeno de la naturaleza que se repetía cada cierto número de años o siglos o quien sabe...

Zacarías estaba siendo testigo de una hermosa lluvia de estrellas, quizás la última de esa temporada, por eso se apresuró a bajar a toda la velocidad que sus cansadas patas le permitían, para avisar a sus paisanos de lo privilegiados que eran de poder ser testigos de ese evento natural.

Cuando llegó al centro del país y comenzó a hacer partícipes con alegría e ilusion a todos los habitantes, estos no le creyeron, y cabizbajos comenzaron a pensar que el sabio león de los ojos de cristal también se había vuelto loco. De esta forma perdieron una maravillosa oportunidad de ver sonreir al cielo, de saludar a las danzarinas estrellas y de ser más felices que nunca por ser testigos de tan espectacular episodio.

Zacarías, por su parte, regresó a su hogar sintiéndose extremadamente afortunado, se dio cuenta de que si bien la ignorancia te mantiene en un estado de continua felicidad, más feliz es uno cuando sabiéndolo todo puede disfrutar de ello.

El resto de los habitantes, sumergidos en un sopor duradero, comenzaron a creer que los sucesos que habían vivido eran fruto de su imaginación, otros hablaban de magia y hechicerias provocadas por el león, otros se sintieron tristes porque la idea de una guerra inminente ya no se sostenía y así, poco a poco fue regresando la normalidad al lejano país del que procedía Zacarías, el león de los ojos de cristal, delgadito y asustadizo de hirsuta melena de color amarillento por el paso del tiempo y la erosión del sol.

Amigos -dice Zacarías -no os dejéis vencer por la desidia y no os dejéis llevar por la superstición y la altaneria de quien no sabe de qué está hablando, observad con atención lo que veáis en la vida y vosotros mismos sacad conclusiones, que si bien son erróneas, al menos son vuestras y no las del vecino. Sed felices y no os preocupéis por aquello que a priori no comprendeis, pues llegará un día en que el descubrimiento de la verdad os hará felices.

FIN

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