El pollito Lolín vivía en compañía de su familia en una granja cercana al mar, la granja no era grande pero sí muy acogedora, la comida nunca faltaba y el aire que se respiraba era limpio y fresco, pues la brisa del mar entraba dulcemente cada mañana por las ventanas de la granja cuando la mamá del pollito Lolín las abría alegremente para despertar a todos sus polluelos.
Al día siguiente, el pollito Lolín volvió a acostarse junto a sus hermanos y a su mamá en la misma cama que dormían cada noche, y poco antes del amanecer, el pollito Lolín volvió a despertarse antes que todos los demás y, balbuciedo palabras incoherentes, despertó a su mamá, entonces ella lo asió por el ala y lo llevó a otra parte de la granja, más lejos que la última vez, donde volvió a quedarse solo hasta que llegó la mañana.
Así pasaron unos días y el pollito Lolín estaba cansado de dormir solo en otro recinto alejado de su familia, se sentía desplazado, a veces un poco abandonado y en ocasiones tenía miedo cuando se quedaba sin compañía. Asustado se quedaba dormido y sufría ligeras pesadillas. De modo que se le ocurrió una idea, ponerse un despertador para levantarse con todos los demás, y así llevó a cabo su idea una bella noche del mes de abril.
Sin embargo, antes de que llegara la hora de levantarse, el reloj despertador sonó estruendosamente, la mamá del pollito Lolín muy enojada agarró el despertador y lo tiró por la ventana, acto seguido sacó a Lolín de su lecho y se lo llevó a otra cama, y allí solito y angustiado esperó pacientemente a que el sol despertara a sus hermanitos.
A la noche siguiente, cuando el pollito Lolín se despertó y vio que todos dormían plácidamente, decidió quedarse en silencio y mantenerse acurrucado junto a su familia y esperar estoicamente a que llegara el amanecer, a partir de ese día el pollito Lolín nunca más volvió a dormir solito.
FIN
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